Que llueva.
La gente sale a la calle.
Las nubes caliginosas dan marcha atrás y al suelo caen.
Todos las contemplamos como si antes jamás.
Les obsequiamos lo que nos queda
de una prehistórica danza del agua.
Las hormigas palidecen de miedo
cuando el cielo tiembla.
Un agua sincrónica y astrosa
corre por las orillas de la calle
con complejo de perro suelto,
persiguiendo autos y mostrando dientes de gota;
los árboles se alborotan con fértiles promesas.
Sale el sol y no escampa:
en el monte pare una venada.
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