jueves, 2 de febrero de 2017

un cuento porque sí

Ya he tardado bastante, por eso mejor hoy te platico sobre aquel día en que recogí una bolsita de tenábaris, o capullos de mariposa. Yo estaba ya en mi séptimo mes de embarazo, pero no podía dejar pasar la oportunidad de ir. No recuerdo ya si fue que mi papá me invitó a la mina o yo le dije que me llevara con él. Entonces  mi esposo trabajaba con mi papá y estaba allá, en la mina. Se iban por días y volvían los fines de semana. A mí me hipnotiza el monte. Siempre que estoy en él trato de absorberlo todo: las plantas y sus diferentes aromas, los sonidos de los animales huidizos, las piedritas deslizándose por el suelo irregular. Definitivamente que el aire es más puro porque allá si es libre.

Te has de preguntar “¿bueno, y a qué viene el cuento si yo ni pedí que me lo platicara?” pues a nada, no viene a nada yo solo quise comenzar a hablar y tocó la casualidad de que pasaras tú, como pudo haber sido aquel fulano que viene pidiendo un peso a todo el que se atraviesa, o la doñita que vende sus chiltepineros a diez, pero ya te amolaste y ahora te esperas a que termine.

Pues la cosa quedó en que él pasaría por mí a las 5 de la mañana del día siguiente. Me costó atrapar el sueño esa noche porque el sueño de volver a la mina me había atrapado a mí. Me levanté temprano a echar frutas, galletas, mi cuaderno de apuntes, pluma y no sé qué otras cosas más. Y después el camino.

Me di cuenta que la flora desértica no es tan madrugadora como yo creía, porque en todo el trayecto no vi otra cosa que árboles despeinados y arbustos malhumorados.
Subiendo el “cerro Colorado” donde se ubica la mina de grafito de mi papá, nos detuvimos a recoger leña y aproveché para descargar la vejiga cada vez más comprimida por mi pequeño inquilino. Me perdí un ratito en el monte mientras escuchaba rítmicos hachazos.
Para no alargarte tanto el cuento, que ya estoy escuchando cómo se quejan tus tripas, llegamos a la mina. Yo había estado anteriormente ahí pero no estaba igual, pues la casita-campamento era otra, no ya la de cartón tan frágil y pequeña, ahora constaba de dos habitaciones, una de mi papá y la otra para los trabajadores, tenía su porchecito con una hornilla encantadoramente rústica. Toda ella sobre una base de piedra, quedaba alta, un poco más protegida de libre paso de animales montunos.

Ahí estaban tres hombres: Benhur mi esposo, un hombre viejo y otro joven que vivía en “La Colorada”, un pequeño poblado cercano, donde por cierto, está lleno de Rendón, pues de aquellos rumbos viene la familia, los primeros que llegaron de España y Francia, pero esa es otra historia. Lo primero que hice fue caminar a reconocer el terreno y ¡oh sorpresa! Sorprendí un tenábari colgando de la rama de un árbol. He de decirte que la etnia yaqui los aprecia mucho, pues con ellos forman cascabeles, parte de su ornamenta tradicional en sus ceremonias. En Hermosillo hay integrantes de dicha etnia que se van al monte a recoger los capullos, pero supongo que se debe a la contaminación el hecho de que las mariposas se han ido retirando de los montes que rodean la ciudad. Pero a pesar de no ser época en que las mariposas pongan sus huevecillos, descubrí que aun se preservaban varios colgando de las ramas de árboles y arbustos, incluso uno que otro en el suelo ¡qué felicidad! Como un día de pascua solo para mí. Los dos días que estuvimos en la mina, mientras los hombres estaban en el vientre de la tierra, yo dediqué mucho de mi tiempo a caminar en busca de mis tesoros. Así fue que conseguí más de cincuenta, de los cuales aún conservo algunos. Al más perfecto de formas y tamaño le di la encomienda de acompañar a mi papá el día en que decidió emprender su camino de regreso a la eternidad.
Y pues no me queda más que contarte. Tengo el gusto por buscar tesoros, heredado por mi papá quien alimentó mi imaginación con historias fantásticas borrando el límite entre el mito y la realidad, por eso todo es posible para mí.
 ¡Así que no me sorprendes para nada con esas cancioncitas burlonas que me echas, firulais!




lunes, 29 de junio de 2015

Percepción terrena.


I
Páramo otoñal

El otoño en Sonora se viste con manchas de invierno y de verano.
Los árboles sueltan sus hojas con la indecisión de señorita cursi poco a poco hasta que se les cae el pudor y se desnudan en la calle.
En el monte, los pitayos descorazonados optaron por guardar sus accesorios primavera-verano y quitarse el rojo pitaya para entrar en depresión de actriz veterana que recuerda  los viejos tiempos de fama.
La churea corre y corre para entrar en calor por la mañana, porque la brisa fresca le mantiene tersas las plumas. Corre y no piensa.
A mí el otoño me hace llover. El verano evaporó mis recuerdos hasta condensarlos.
El frío mañanero de octubre me hace soltar los recuerdos temporada
otoño-invierno.

ll

Cortejo cerúleo


Las casas, las calles, los arenales, todo es cascabeleo
por los caminos del viento con traje de azul y ocre.
Creí descubrir el corazón del mar que latía, latía y se movía,
rojo inquieto disfrazado de índigo,  Pasión añeja que despiertas pasión.
Te miro por el malecón, huelo tu sudor  y te sigo para que te vengas
y te alejes.
Esto no es un vals y  tú no te detienes!
el viento te excita y te incita,
van y vienen, cerca y lejos, lento, ¡fuerte!
Calma……………


Mar preñado, agua señora, cantarina, matriz de la tierra,
Doña espasmódica.
Paridora de hijos boca de sandía y pies de tenábari.
Locos fogosos, cara de artistas
expertos en suicidar el llanto.
Enseñan a bailar a la pena y la llevan al carnaval,
la dejan sentada en la silla y se alejan, a festejar.


III
Brío  bucólico.


En el alto contorno de Adanes y Evas,
amantes sin pecado ni culpa que a diario
muerden coyotas y chiltepines sin que Dios los castigue;
ávidos  pobladores de árboles y plazas,
fabricantes de Caines y Abeles que se matan
de risa en la “roña” y se esconden forajidos, ladrones del bote.
Inocentes. Prestan oídos a la víbora de la mar.

Allá arriba las mujeres portan caderas de jamoncillo.
Con un amasijo de felicidad entre las manos
aplauden al día cuando entra por la puerta.
Aplauden hasta el rebose y la echan al comal
para desayunarla con frijoles y café.

Los ancianos como péndulos extraviados del tiempo,
masticando relatos con tabaco, en el porche aguardan.
Sus ojos se nublaron de aparecidos y cerros.
Dicen que son cómplices del nahual….

Los hombres seducen a  las vacas dóciles,
quienes se dejan tocar los senos entre la paja del establo.
Luego montan gozosos yeguas de pelo negro entre el ramaje
o en el río; las hacen correr entre sudores y gritos hasta que se detienen
satisfechos, al final de la jornada. A veces montan también de noche,
en sus casas calladitas, vestidos de cuero, una venadita,
entre los gritos del coyote,
bajo el amparo de tecolotes y copechis,
sangrando amor como los cardenales
que tienen su nido en el mezquite mirón de su ventana.











jueves, 5 de enero de 2012

Hoy abrí facebook y entré a tu muro.
Quería ver que está equivocada toda esa gente que fue a tu funeral y que piensa que te enterraron,
entonces vi la fecha tan distante de tu última publicación y de todas formas quise sacar de su error
a todas las personas que te rezaron y que lloran porque dicen que te fuiste.
Por eso seleccioné una foto tuya de mis imágenes y pienso sugerirtela como foto de perfil. Otro día quiero toparme con la leyenda "Juan Manuel Rendón ha cambiado su foto de perfil"

Entonces juro que demando a los periódicos que publicaron tu muerte.

martes, 17 de mayo de 2011

TUPAPAU


Tupapau

Impresiona

Tupapau

En las islas polinesias toma su forma

Y se arma de fuerza vital o mortal.

Solo su sonido

es un pretexto como refugio para atrincherarme

T-U-P-A-P-A-U

suena

¡T-U-P-A-P-A-U!

Retumba calamitosamente

en la espesura selvática tropical que me remite,

borrando,

más bien cubriendo el frío y subterfugios tibios

que me regalas a diario

Últimamente

Hombre-tupapau





viernes, 4 de febrero de 2011

él está en el monte


Él se fue al monte


Por la madrugada

Dejó la ciudad amarga

Se lleva en sus ojos las colmenas

Que me alimentan.

Él, que deshizo las sábanas

Para ceder su lugar al frio

Está en el monte.

Otro rocío fresco y madrugador

Le habrá de tocar la cara

si en el monte anda

de madrugada.





martes, 11 de enero de 2011

Iba descuidada caminando


por algún camino humanamente distraída,

rotundamente humana (si sabes a que me refiero)

cometiendo aciertos y errores

de poca importancia.

Por autopistas a veces

otras por avenidas,

así es la vida (bostezo).

Cuando de pronto tropiezo

y miro: tus ojos como un par de ámbar

parpadeantes como un faro a mitad de la noche

o como esas luces arriba de las torres

para encontrar el rumbo.

O para ser más exacta

tus ojos mirándome

miércoles, 5 de enero de 2011

Para Benhur




Seguramente parezca que me voy

amor

La carretera es larga, la rodea el desierto, hay señales

que marcan la distancia, mucha, no parece acabar, amor

el camino.

No nos vemos ni parados de cerro a cerro

pero es solo apariencia

Porque no estoy donde estoy.

Todo es conjetura.

Saldré mañana de mi casa por la mañana

y puedo afirmarte

que la ciudad estará vacía

los autómatas autos no llevarán sino rostros y cuerpos

con identidad de ausencia tuya.

No soy sino la que se parece a la que se fue

Soy una copia inexacta

que anda por la ciudad buscando

sin encontrar lo que sé que ahí no hay.

Soy la que siempre se quiere ir

a donde estés.