miércoles, 27 de octubre de 2010

Nadedad

Rosío Rendón


No existe lo definitivo, lo rotundo, eso que se piensa totalmente de cierta forma no lo es tal. ¿Hay lo totalmente bueno o malo? no. Tampoco existe lo eterno. Eso que pensamos no es como lo pensamos y nunca se irá, no es así. Siempre estamos en cambio constante, en constante movimiento. Ayer no éramos lo que hoy. Hoy no pensamos como mañana.
Lo que prevalece es nada. Nada es único. No se puede dar por sentado nada en absoluto más que la certeza de que no habrá futuro igual a presente. Nada conservaremos tal cual. El dolor o la felicidad que hoy sentimos, otro día se habrá de transmutar en su opuesto.
Se ha ido. No lo habría sentido tanto como hoy si hubiera pasado antes. Pero hoy es cuando ha ocurrido así. Era el destino que quiso justo la injusticia de hoy. Por eso se fue en este momento, por eso el hueco es tan obvio como pudo no serlo en otro momento. No puedo hacer nada ya, porque se ha alejado como globo de helio que se escabulle de una mano infantil. No es justo, pero así debía ser. Por eso no viene al caso llorar. Lo que pasó ya es. Lo pensé de otra forma. Creí que si ocurría no tendría tal fin. Simulo un poco de tranquilidad, rayando en desinterés, porque no está de más ponerse el escudo. Por eso mi rostro así, sin expresión. Oculta tan bien como un arbusto esconde una mantis. Camuflajeo la llaga que me brotó en medio del espíritu. Que no se note. ¿Para qué?
Hoy amanecí llena de vacío de toda clase. Rica en no tener. Puedo bien llamarme la reina de la nada. La diosa de lo inexistente. Eso soy hoy. He intercambiado este día el cristal de mi mundo. Lo torné azul y a ratos gris, aunque no tengo nada en contra de esos colores, pero han sido etiquetados por convenciones del mundo occidental como colores de la tristeza. Es solo por eso que elijo mi cristal de tales matices. Miro a través de ellos como si fuera un sitio distinto. La gente parece falta de oxígeno, el cielo se ve preñado de agua. Mas todo es ficción pura, no hay tal cristal, ni mi ojo se ha asomado a través de nada. Incluso no recuerdo haber abierto los ojos este día, ni siquiera me he asomado a la ventana ni me consta que ya amaneció, o si he soñado este mundo del que hablo o existe en realidad.
No tengo la certeza de nada, aun menos de que sea la “nada” algo para describir lo que no hay, no hay, no hay.

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